En el Bajío mexicano, con un bosque frondoso y una vista panorámica de zonas montañosas, se encuentra el cerro “El Zamorano”, a una latitud de tres mil 340 metros sobre el nivel del mar que lo ha hecho catalogarse como el punto más alto de Querétaro.

El Zamorano, considerado una de las 152 regiones terrestres prioritarias de México (https://www.biodiversidad.gob.mx/pais/regiones-terrestres-prioritarias-de-mexico) según la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO), le ofrece a senderistas, montañistas o turistas que disfrutan de la naturaleza, una vegetación boscosa, cubierta por encino y pino, y que, en los días más fríos, ofrece neblina y un paisaje misterioso para quienes aman la aventura.

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La importancia ecológica del Zamorano radica en su vegetación boscosa de galería y de encino, además, en el norte del cerro se encuentra un área de vegetación con endemismos importantes, es decir, flora solo nativa del lugar.

Sin embargo, su paisaje y riqueza endémica también se ve amenazada por actividades humanas como la extracción de leña y el uso ganadero, según lo advierte la CONABIO, al señalar que estas son las principales causas de la reducción de las áreas arboladas.  

Presencia humana sin destruir, ni dejar huella

A las faldas del cerro de El Zamorano, principalmente los fines de semana, se reúnen grupos de senderistas, corredores o turistas amantes de la naturaleza. Uno de los grupos que visita este cerro está liderado por Pablo Paz Gómez, presidente de la Mesa Directiva del club de senderistas y montañistas SendereAndo San Juan del Río, que realizan cada semana excursiones de senderismo a diferentes puntos del estado o del país.

Mientras que cerca de 40 personas realizan calentamientos para comenzar el recorrido por el cerro, Pablo reflexiona y hace hincapié en que si bien, somos humanos y no podemos escapar de nuestra naturaleza “destructora”, es importante dañar lo menos y no dejar huella.

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“No dejar basura. No dejar marcas. No dejar huella. Fijarnos por donde pasamos. No destruir. Recoger basura y trabajar la naturaleza sanamente”, enfatiza Pablo, quien es también técnico en Urgencias Médicas por la Cruz Roja Mexicana; institución en donde también aprendió técnicas de rescate vertical, que le son indispensables en actividades como el excursionismo, el rapel, la tirolesa o la escalada.

De acuerdo con Pablo, SendereAndo San Juan del Río cumplirá el próximo mayo dos años de trabajo. No obstante, ya suman cerca de dos mil 700 seguidores en Facebook y casi 200 personas se han integrado al grupo de WhatsApp para participar en los recorridos.

Pablo expone que se diseñan y planean las rutas conforme a la resistencia física de cada persona. Los grupos de senderismo están divididos en tres niveles y es necesario que exista un entrenamiento constante para ir ascendiendo en la dificultad.

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Para finales del año, el grupo se está preparando para escalar la media y alta montaña, al subir el volcán del Iztaccíhuatl y el pico de Orizaba en Veracruz, dos de las cumbres más altas del país.

Con el senderismo, enfatiza Pablo, hay “beneficios de salud”. La creación de una condición, de una resistencia y el conocimiento de la práctica. Es muy bonito. Les va gustando”, afirma.

El día para escalar el cerro del Zamorano comienza para los senderistas desde antes de las cinco de la mañana. Existen diferentes puntos de salida y encuentro para que las personas que se suman a la actividad puedan comenzar su caminata por la mañana, cuando el sol es aún tolerable.

El no destruir a la naturaleza y protegerla, es uno de los principios fundamentales para los senderistas, así lo enfatiza Felicia Hernández, quien lleva un año y medio formando parte de SenderAndo San Juan del Río.

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Felicia sintetiza la filosofía del senderista bajo los siguientes principios: el respeto a la naturaleza, el compañerismo y mantener un estilo de vida saludable. Es importante respetar las especies y la flora que habita en el sitio. No alterar el ecosistema.

“El turismo hay veces que no cuida y una de las filosofías más importantes de nuestro grupo es cuidar. Cuidarnos unos a otros, pero también cuidar el entorno en el que nos deleitamos”, añade.

Aunque no hay una edad específica para comenzar a realizar senderismo. Pablo expone que, es recomendable, después de los 10 u 11 años. En esta ocasión, el grupo de montañistas que escala El Zamorano está integrado por personas de distintas edades: adultos mayores, jóvenes e, incluso, por la Tlacuacha, una perrita que porta orgullosa un abrigo que la distingue del resto del grupo. Ella va a la delantera y es la primera en llegar a la cima.

Susana Rubio es una de las nuevas integrantes del grupo. Aunque es la segunda vez que se une para realizar senderismo con el club, tiene experiencia como cinta negra de Taekwondo, además de haber dirigido un centro fitness.

“Hay que entrenar. No es nada más ponerte las botas y salir a caminar. Hay que entrenar e ir conociendo poquito a poquito tus límites, tus habilidades y capacidades”, señala. 

En contraparte, José Nereo Pérez, es uno de los miembros de más antigüedad en el grupo. Residente de Cadereyta, desde hace un año, dio con el grupo de senderistas y montañistas de San Juan del Río y, a partir de entonces, los acompaña de manera constante. Además de los beneficios en su salud, también ha encontrado un fuerte compañerismo.

“Es una actividad deportiva realmente. La ventaja es que lo puede hacer cualquier tipo de persona, estando consciente de qué nivel puedes hacer. Te brinda muchos beneficios de salud; mentalmente también”, asegura. 

Aunque muchos de los senderistas buscan la contemplación de los paisajes y estar en calma con la naturaleza, otros más aventureros, encuentran una dosis de adrenalina en esta actividad.  

Agustina Barrón, viaja desde la capital del estado, para incluirse al grupo y seguir las rutas planeadas por la montaña y sentir la adrenalina.

“Me ha gustado mucho esto del senderismo, porque toda la vida lo quise practicar hasta que encontré este grupo, que nos acoge como en familia. Nos protege y nos cuida”, señala al comentar que mantiene un gusto especial por actividades físicas de impacto.

Naturaleza en riesgo

La belleza de los paisajes del Zamorano se percibe con mayor nitidez en su cima y para llegar al punto más alto, decenas de senderistas y turistas pueden optar por subir escaleras, o bien, los más intrépidos, escalan la peña con ayuda de sus manos y pies, y protegidos con un casco bien colocado.

Aunque desde esa altura, el bosque se ve frondoso y tupido en El Zamorano, la CONABIO reconoce que una de sus amenazas es la pérdida de áreas de arbolado. A esto se le suma, la basura que se tira en el lugar, la tala, el riesgo de fogatas que no se apagan y el robo de su flora.

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Así lo afirma María Janeth Martínez Montoya, hija de uno de los más de 80 ejidatarios propietarios del Zamorano, quienes debido al daño que comenzaba a registrarse en la zona, limitaron desde hace una década el paso de las personas.

Señala que, en épocas de navidad, era posible percatarse de la tala de pinos o leña. Actualmente, cada semana, un ejidatario resguarda la entrada de la zona, la cual está abierta de siete de la mañana a las siete de la tarde. Para entrar, es necesario pagar una cuota de 50 pesos por vehículo.

“Antes era libre la pasada, pero dejaban demasiada basura”, menciona.

Esta medida ha logrado reducir el impacto negativo en la zona, señala Martínez Montoya, quien comenta que, incluso, se llegó a registrar la caza de animales como el venado cola blanca, que predomina en el cerro. En caso de darse la caza de algún animal, el protocolo es estricto, pues se informa al comisariado para que, quien vulnere a alguna de las especies, se presente ante las autoridades.

“…que nos ayuden a mantenerlo igual. No talar. No llevarse nada. No matar. No cazar. Igual, a lo mejor, invitarlos alguna vez a reforestar”, invita la ejidataria a quienes deseen adentrarse en El Zamorano.

Por: Paulina Rosales Prieto

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